Manderlay

En la segunda parte de su trilogía América: Tierra de oportunidades, Lars Von Trier continúa con su fábula, esta vez adentrándose en terrenos políticos y sociales. Después de escapar de Dogville, Grace, esta vez interpretada por Bryce Dallas Howard, lleva su idealismo a Manderlay, un pueblo en el cual la esclavitud sigue instaurada. Dicha situación no puede ser permitida por una abanderada de los valores como ella, por lo que se propondrá abolir el esclavismo e instaurar la democracia, aunque tenga que ser con la ayuda de la fuerza proporcionada por los gángsters de su padre. Lo que en principio parecía la mejor opción, de sencilla aplicación, se va tornando en un complejo escenario en el que las necesidades del pueblo y las de Grace tal vez no converjan.

Con la primera parte del proyecto, el co-fundador del Dogma 95 siguió su carrera rompedora al llevar a la gran pantalla una suerte de teatro brechtiano filmado. Una opción extrema en la cual, al igual que el dramaturgo alemán, daba toda la importancia al mensaje. Los decorados y localizaciones no eran sino estorbos que podrían distraer al espectador. Igualmente pasaba con los artificios por parte del director, por lo que la cámara en mano y la falta de cualquier alarde puramente visual nos hacían quedarnos con lo que a él le interesaba. En esta Manderlay, la forma de proceder es exactamente la misma, aunque el contenido no lo sea. Si en Dogville exploraba el alma humana en su sentido más puro, las relaciones con otros iguales y sus deseos más íntimos, en ésta es la forma de dominar y gestionar dichos deseos en forma de política es el tema en que se centra.

En una metáfora más bien poco encubierta y con una voz en off que impide que nos perdamos nada a lo largo de sus 8 capítulos, Von Trier arremete contra la política de Policía del Mundo de los Estados Unidos y cómo juega con los pueblos para su beneficio. La tiranía con la que las personas negras fueron despojadas de su tierra y su dignidad para luego ser abandonadas a su suerte o los pueblos invadidos en nombre de la libertad se ven reflejados en distintos personajes y situaciones. No sin cierto sentido del humor, Manderlay nos enseña lo injusta que es la Historia y la poca memoria con la que manejan el mundo los que están ahí arriba.

«Vosotros nos hicisteis como somos» Proclama el personaje de Danny Glover a una cariacontecida Grace en cierto tramo de la cinta. Ésta, imbuida más en sus deseos de convertirse en salvadora que en lo que realmente necesita el pueblo a salvar, comprenderá pronto que la labor a llevar a cabo no es tan sencilla como parecía desde fuera, sino más bien una ardua tarea que debería haber comenzado hace mucho tiempo.