Película Kárate a Muerte en Bangkok

No quisiera redactar sin antes denunciar el terrorífico título dado a esta cinta en nuestro país. ¿Kárate…? Por favor, si Bruce Lee supiera de tal afrenta quizás los responsables de esta traducción deberían ponerse a temblar. Un escandaloso error que ensucia, y mucho, todos los valores reforzados en cada film del maestro del Kung Fu moderno. Y es que pocas cosas le podrían molestar tanto como la relación de su nombre con un arte marcial, precisamente, japonés, para mayor rivalidad nacional. Una descomunal muestra de ignorancia y nulo respeto hacia una cultura china que Bruce Lee siempre reivindicó. Un insulto para este carismático artista, “convertido”, fíjense, en un karateka.

Pero pasando de esta lamentable burrada, la misma nos viene muy a mano para entender gran parte de la filmografía y causa de Bruce Lee. Un hombre obsesionado, sobre todo tras su juventud en Estados Unidos, con la defensa de la identidad propia de China, así como por dar a conocer su cultura milenaria. De esta manera, cada cinta del celebérrimo cineasta mostraría las vejaciones que los chinos han sufrido en el Mundo entero, no siendo una excepción la obra que nos ocupa. Una cruda realidad de origen xenófobo que siempre preocupó a un luchador que hizo de su talento para el Kung Fu una metáfora de reivindicación y defensa.

Centrándonos en la película, ésta fue la gran oportunidad que lanzó definitivamente a Bruce Lee tras su discreta etapa cinematográfica infantil y posterior recorrido televisivo en Norteamérica. The Big Boss -como prefiero nombrarlo- supuso su primer largometraje de combate, sentando éste las bases de su particular estilo de lucha que tanto impactó desde su estreno. Dirigido por Lo Wei, este violento film nos presenta a un joven chino recién llegado a Tailandia en busca en una oportunidad laboral. Tras lograr un empleo por recomendación familiar, pronto los problemas le acecharán. La fábrica para la que trabaja no es sino una tapadera para distribuir droga. Los empleados que logran descubrir las verdaderas operaciones mafiosas del “Gran Jefe” desaparecen sin rastro. Los obreros chinos sufren la tiranía del patrón y ante las incesantes preguntas sólo sufren castigos. Sin embargo, la furiosa venganza está a punto de desatarse. Ante tamañas injusticias, no queda más alternativa que romper la promesa que impedía a nuestro protagonista utilizar su poder.

Queda patente que estamos ante un título rodado con un irrisorio presupuesto que lastra el global de la producción. Así, la calidad técnica del acabado deja bastante que desear fotográfica y audiovisualmente. Bruscas transiciones entre secuencias, un sonido mejorable y un uso de la cámara más que discutible, arrastran la obra hasta orillas de la serie B. El inocente guión, así como los descuidados efectos especiales tampoco ayudan. Sin embargo, toda la mediocridad quedaría ajena al ilusionado debutante. Ni las duras condiciones de rodaje, ni todas las dificultades financieras de la Golden Harvest impedirían su triunfo total. Puro carisma y dotado con un talento fuera de órbita para las artes marciales, Bruce Lee se come la pantalla haciendo gala de su enérgica creación, el estilo directo de lucha Jeet Kune Do. Pese a los múltiples defectos de la cinta, su éxito fue fulgurante pulverizando records de taquilla en Hong Kong. Las previsiones del visionario productor Raymond Chow eran ya una realidad: un nuevo mito nacía para engrandecer la leyenda del Cine. El resto es Historia.