Película María Antonieta

María Antonieta corre por los pasillos de palacio, compungida, a guarecerse en su habitación. A su vez, Julian Casablancas berrea eso de «I wanna be forgotten and I don’t wanna be reminded…», del segundo disco de The Strokes. Las risitas de los críticos dan paso a la absoluta indignación. ¡Que le corten la cabeza!

Sofía Coppola escribe y dirige su tercera película después de haber sido elevada a los altares con Lost in Translation, en la cual conseguía una atmósfera que te envolvía y llevaba suavemente a través de una atípica historia romántica. Óscar al mejor guión mediante, pasó de ser la prometedora directora, antes conocida como la hija de Mr. Coppola que actuaba horrorosamente en la tercera parte de El Padrino, a la princesa del cine Indie mundial. Sofía recoge el guante y da un doble salto mortal al contar la historia de María Antonieta desde su llegada a Francia para casarse con el futuro Luis XVI hasta su trágico final. Por desgracia, la entrada en la piscina no es nada limpia.

Los árboles no deben impedirnos ver el bosque. La banda sonora que se escucha a lo largo de toda la cinta encaja bien en casi todo momento. No molesta y en algunas ocasiones incluso ensalza lo que se ve. Por otra parte, consigue que la sensación videoclipera no se desvanezca nunca y, aunque las letras remarquen lo que está pasando, la decisión de colocar música pop contemporánea en una película de época no aporta nada a los personajes ya que ni siquiera se puede decir que éstos estén adelantados a su tiempo y por ahí se encuentre una coartada. No, Sofía, no.

Pero si nos olvidamos de eso, lo cual resulta difícil, el verdadero problema de María Antonieta, aparte de conseguir que el futuro rey se mantenga erguido, es que la vacuidad de las imágenes, la cual en algún momento está totalmente justificada por el hecho de que los reyes, sobre todo ella, vivan en su nube de lujo apartada de la cruda realidad, es tal que uno no puede dejar de pensar aquello de «pobre niña rica», por la protagonista y la directora. Tanta modernidad vacía puede hacer gracia un rato pero detrás no hay nada, y eso no es aceptable. Tómese usted todas las licencias artísticas que quiera, pero emocione y cree algo que mueva por dentro. En este caso, consigue un simple entretenimiento snob, poco más.

Yo mismo me persigno y hago cruces de sólo pensarlo, señores, pero me parece ver un cierto intento de hacer algo realmente novedoso al estilo Kubrick en esta obra, como si la idea de postmodernizar la Historia, sin pasarse tanto como Baz Lurhmann, la cual tuvo Sofía una noche de fiesta con su novio de Phoenix, le pareciera tan genial que no le importara que no gustase, como si nos estuviera diciendo: «Soy una artista genial incomprendida, esperad unos años». Ya te contesto yo, guapa. No es por la música, es por el resto. Dentro de unos años tu Maria Antonieta estará más pocha que todos los dulces, tartas y caramelos que no consiguieron comerse en una de sus empachosas fiestas.