Película La huérfana

Jaume Collet-Serra se trasladó a Los Ángeles siendo bien jovencito a ganarse el sustento en el mundo del cine. Trabajó de montador hasta que la ansiada oportunidad llegó e hizo su debut con La Casa de Cera (2005), una mediocridad con el discutible reclamo de contar con Paris Hilton entre el reparto. Una vez superada la concesión a la industria, el director catalán toma en Orphan senderos mucho más valiosos con la inteligente historia que le brindan los primerizos David Johnson y Alex Mace.

Todavía traumatizada por un aborto y superando una ligera tendencia a la copa, Kate (Vera Farmiga), junto a su marido John (Peter Sasgaard), ultima los preparativos para adoptar un tercer hijo que sustituya su pérdida, ocurrida justo antes de dar a luz. Durante su visita al orfanato ambos quedan impresionados por la brillantez de Esther (Isabelle Fuhrmann), una intrigante niña de ascendencia rusa. Una vez elegida, pronto se integra en el núcleo familiar haciendo buenas migas con su hermanastra pequeña (Ariana Engineer). Su hermanastro (Jimmy Bennett) sin embargo la observa con recelo y algo de envidia dado el trasvase de atención hacia ella por parte de sus padres. Todo normal. Todo, hasta que Esther muestra su verdadera naturaleza.

Orphan no supone nada nuevo si observamos los insignes precedentes de El Pueblo de los MalditosEl Exorcista o La Profecía, entre otros. El niño ha sido un elemento recurrente en el género de terror. La paradoja que lleva implícita es turbadora, subversiva: la transfiguración de un paradigma de la inocencia en sadismo asesino. El espectador, claro, no es que acepte el juego, lo disfruta. Cuanto más pérfida se muestra Esther –la interpretación de Isabelle Fuhrmann, de sólo 12 años, es absolutamente loable se mire por donde se mire- más se perfila en nuestra cara una sonrisa macabra. Porque no sólo se gana nuestros corazoncitos a martillazos y cuchilladas, la actriz muestra también una personalidad arrolladora, capaz de competir –hasta engullir a más de uno- con cualquiera que comparte plano con ella.

La historia fluye sin trampa, con poca tendencia al suspense de cartón piedra (salvo un par de secuencias al comienzo de la historia), bien contada y con algún que otro notable chispazo de humor negro entre madrastra e hijastra que pone a la película en la órbita de la infravalorada Misery. Y cuando el giro argumental llega, al más puro estilo Shyamalan con una secuencia de alto riesgo artístico, al espectador no le queda más remedio que ceder y aplaudir ante el inesperado truco, que resuelve la trama colocando cada cosa en su lugar sin la más mínima estridencia. Sólo hubiera faltado un poco más de arrestos para aumentar la decrepitud de la hisotria y algo de originalidad por parte del director en el remate de la película, momento en el que todavía se deja llevar hacia lo ya manoseado en demasiadas ocasiones.