
Valoración de VaDeCine.es: 6
Título original: Inkheart Nacionalidad: Alemania, Reino Unido, EE.UU. Año: 2008 Duración: 106 min. Dirección: Iain Softley Guión: David Lindsay-Abaire Fotografía: Roger Pratt Música: Javier Navarrete Intérpretes: Brendan Fraser (Mo Folchart), Sienna Guillory (Resa), Eliza Bennet (Meggie Folchart), Paul Bettany (Dustfinger), Helen Mirren (Elinor Loredan), Andy Serkis (Capricorn), Jennifer Connelly (Roxanne), Jim Broadbent (Fenoglio)
Página web Tráiler Cine de fantasía y aventuras. Sin mayores pretensiones. Apto para niños y también para adultos, sin insultar a la inteligencia del padre que acompaña a su crío a pasar una tarde en el cine. Esto es lo que ofrece esta Inkheart, adaptación de la novela del mismo nombre escrita por Cornelia Funke.

La historia que cuenta es imaginativa a la par que provechosa, ya que nos habla de la capacidad de los personajes de los cuentos para cobrar vida propia y hacerse tangibles en la realidad, gracias a la conexión especial de una persona a la hora de leerlos en voz alta. En el film, es Brendan Fraser quien interpreta al personaje poseedor de esta mágica cualidad, a raíz de la cual, según se nos cuenta al comienzo, desencadena accidentalmente una especie de hechizo que hace que vengan a nuestro mundo toda una serie de personajes a decir verdad poco amigables. Es el mundo de Corazón de tinta (el libro), una fantasiosa fábula que toma vida en imágenes adaptada a una ficción imaginativa aunque demasiado poco agresiva, si bien resultona en su mezcla del mundo real y literario. El director de esta adaptación, Iain Softley, actúa tras la cámara a modo de equilibrista: por un lado, traslada a la pantalla ese mundo imaginario que reside en el interior del libro pensando en el gran público (de todas las edades) sin por ello caer en las habituales y desmedidas concesiones -por lo menos hasta la consabida escena final, y siempre que exceptuamos al irritante personaje al que da vida una innecesaria Helen Mirren- que en muchas ocasiones este tipo de productos suele suponer, saliendo, en ese sentido, de alguna manera airoso del embite; por el otro, sin embargo, tampoco le interesa incidir sobremanera en los caracteres y ambientes que viene a recrear, instaurando así una cierta desidia en el relato, proveniente de la monotonía básica del mismo, por lo que desaprovecha enormemente las vastas posibilidades de una historia que podría haber dado mucho más de sí.

Y es de esa discordia que necesariamente iba a aparecer de dónde surge el mayor problema de esta cinta. Porque si cuando se da vida a un mundo poblado de estrafalarios personajes que pretenden ser agresivos, se tiene en última instancia la sensación de que verdaderamente no lo son (como el que empuña, amenazante, un arma, cuando el agredido sabe que aquél nunca le hará daño), es que algo no ha funcionado del todo bien. De ahí que la sensación de inocuidad haga irremediable acto de presencia, después de haber acontecido a un correcto entretenimiento regado, no obstante, de inocencia.
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