Película Harry Potter y la Piedra Filosofal

Ya le tenía yo ganas a esta patraña increíblemente calificada como “derroche de imaginación”. Y es que deberíamos reflexionar sobre la definición de ese concepto. Por favor, basta de considerar toda novela o película que incluya seres fantásticos y/o mitológicos como imaginativa. Para serlo realmente una obra ha de crear nuevas ideas, y si de algo carece este exitoso fraude llamado Harry Potter es, precisamente, de originalidad. Así, cuesta horrores digerir el triunfo de esta enorme mediocridad, tanto literaria infantil/juvenil (procedencia del personaje), como cinematográfica. Una sonrojante amalgama de elementos mágicos, presentada durante dos horas y media de aburridísimo metraje, exactamente montada como lo hace un videojuego con diversas pantallas de frágil enlace entre ellas.

Por si fuera poco contemplar la nula capacidad para moldear noción novedosa alguna en su esencia, la contagiosa fiebre del plagio invade completamente el conjunto. Todo resulta postizo, robado y ridículo de veras. Desde la vomitiva presentación tipo cenicienta del personaje, hasta sus últimas consecuencias exprimiendo la temática de “el elegido” o el «lado oscuro», apenas hallamos un instante de frescura en este bodrio. Es más, puestos a reciclar y manosear, incluso un maestro como John Williams parece poseído por Danny Elfman componiendo una banda sonora bastante «burtoniana» al uso, que, sin dejar de ser notable, no resulta muy original.

Ron a Harry: ¿qué bebes para el botellón de esta noche?

Son tantas las escenas que acaloran…, por mencionar alguna entre muchas, recuerdo ese sombrero parlante, calco de diseño de Oggie Boogie de Pesadilla Antes de Navidad, o aquel absurdo juego llamado “Quidditch”, pura burla a los deportes de equipo si revisan atentamente su esperpéntico e individualista reglamento. En definitiva, un desatino plagado de penosos diálogos, dramáticos sacrificios de risa, malvados de manual y un acartonado protagonista al que auguro menos recorrido como actor que a Joselito. Un desaguisado que no ha de encontrar defensa crítica en su clara orientación pueril.

Concluyendo, a estas alturas de su fama sobra la breve sinopsis. Todos conocen el argumento de Harry Potter; esto es, las aventuras de un aprendiz de mago en la famosa Academia Hogwarts. Un centro educativo para mágicos muchachos, situado en una suerte de universo paralelo de aspecto victoriano, tan incoherente como insostenible. Ahora bien, pensando detenidamente me asalta una duda sobre el asunto: desconozco las salidas profesionales para esta legión de brujos, toda vez que les está prohibido usar sus varitas lejos del recinto. Supongo que sólo les resta opositar a la docencia del colegio. Funcionarios de ese Ministerio de Magia que, aunque lo tomen a guasa, en el film se menciona. Total, que como muchas facultades, Hogwarts resulta ser otra fuente de licenciados en paro. Una pena, tan extraordinarias cualidades y ni por su cuenta se pueden echar como autónomos. Claro, que en tal caso habría que ver en qué régimen tributario entrarían estos trabajadores. Tal vez, en ese especial para artistas y toreros,…qué sé yo.

Disculpen el cachondeo, pero este Harry Potter es de chiste. Eso sí, pedazo de entretenimiento en versión videoconsola. En ese formato su guión sí que encaja de maravilla. No obstante, esto VaDeCine, y de ello bien poquito, al menos interesante, aquí se nos ofrece.