Película La Misión

Misterioso el funcionamiento de la Santa Madre Iglesia. Su principio activo debe ser similar a aquello de la Santísima Trinidad… inexplicable, vaya. Hace ya unos siglos, en una de sus incongruentes campañas de captación, se presentó en América, entonces Las Indias, con sacerdotes de crucifijo y espada, de los que hunden el puñal mientras muestran la cruz. Tiempo después, justo cuando, utilizando las poderosas armas de la música, la convivencia y las letras, la labor de los jesuitas comenzaba a dar sus frutos, parece que ya no resultaba conveniente que los nativos se socializasen formando comunidades cristinas, pues el floreciente mercado de esclavos se marchitaría y eso disgustaría profundamente a la Corona Española y el Imperio Portugués. Extrañamente, y a pesar de que su “reino no es de este mundo”, muy a menudo las decisiones eclesiásticas se asemejan peligrosamente a los interesados tejemanejes políticos de cualquier nación.

Clase de flauta numérica: ‘Soy el farolero de la Puerta’l Sol…’

Abordando este clarificante acontecimiento histórico, el franco-británico Roland Joffé rodó La Misión con la firme intención de reivindicar el papel de los jesuitas en el siglo XVIII, una congregación que tomó idiosincrasia y nombre de un tal Jesús de Nazaret, conformando un modo de entender la religión próximo a lo predicado y alejado, por tanto, de la opulencia e intrigas palaciegas del Vaticano. Una condición que, sin mucha dilación, les situó en peligro de extinción, pues las comparativas son odiosas y no conviene evidenciar a quien manda.

De producción europea, el prestigio de Joffé y la seriedad a la hora de elaborar el guión sirvieron de imán para un reparto fuera de lo común en este tipo de películas. El por entonces estelar Robert De Niro interpretó a un cazador de esclavos arrepentido y transmutado a jesuita de sangre caliente; a su vez, el siempre elegante y creíble Jeremy Irons daba forma a un clérigo de intachable fe y moderadas maneras. Precisamente, es en esta polaridad de roles donde reposa gran parte del mensaje del film. Complementariamente, un joven Liam Neeson, un breve Aidan Quinn o Ray McAnally compusieron un elenco de secundarios que adornaba el conjunto.

Otro hit para flauta: ‘Ya se murió el buuurro que acarreaba la vinaaaagre…’

Fundamentada en una narrativa clásica de sencillez de formas pero notoria funcionalidad, Joffé supo aliarse con el también director Chris Menges para fotografiar magistralmente el espectacular paraje natural de las cataratas de Iguazú, logrando para el film un reconocimiento global superior al objetivamente merecido.

Diseccionada en una autopsia, cada una de sus partes está indiscutible y notoriamente lograda: temática, interpretaciones, fotografía, música… Sin embargo, tal vez la falta de alma, riesgo o novedad impiden la sinergia. Con todo, su espíritu épico y redentor logró el buscado objetivo de la rememoración, pues ciertas secuencias han logrado asentarse en la memoria colectiva. Algo a lo que ayudó poderosamente la equilibrada, brillante e inolvidable composición del maestro de maestros, Ennio Morricone.