Película Puños de asfalto

Verán. Un montaje en paralelo muestra, por un lado, la delincuencia habitual, en forma de hurtos, en un barrio de Nueva York, y por otro, la amabilidad de un chico en el metro, que sostiene la puerta para dejar salir a los demás viajeros antes de hacerlo él, cual niño bueno amabilísimo. A continuación, éste sale al exterior, despliega su pesada bolsa en el suelo y se dispone a vender su contenido (reproducciones de i-pods y libros de Harry Potter usados), pero pronto se verá sorprendido por una reyerta en la que le intentarán robar, liándose entonces a puñetazo limpio contra todo el que le rodea, hasta quedarse solo. Es la secuencia que abre Puños de asfalto.

Créanme cuando les digo que desde un inicio así, tan evidente, bobo y carente de cualquier clase de matiz. se prevee fácilmente lo que vendrá a continuación. Porque más tarde, cuando conozcamos que ese brote de violencia espontáneo en un chico aparentemente educado tiene fundadas sus raíces en un hecho del pasado traumático para él, descubriremos que éste no es sino uno de otros tantos pobrísimos recursos de un guión caracterizado por la ausencia total de interés en sus personajes, no digamos ya en una cierta profundización en el carácter de los mismos (y eso que el tema, el de la imperiosa necesidad de sobrevivir de un don nadie con poco cerebro pero mucho nervio, podría haber dado mucho de sí; sirva como ejemplo a seguir el ineludible Rocky de Stallone).

A partir de ese inicio, un ojeador, instigador en realidad del altercado reseñado, le convencerá para que se una a él y gane 5000 dólares en una pelea (clandestina, claro: esto lo suponemos nosotros y después lo confirmamos al ver dónde se mete el aventurado chaval, que a pesar de todo sigue reclamando su dinero introduciéndose sin rechistar en una furgoneta como si nada fuese a ocurrir(le), en una más de las actitudes próximas a la estupidez supina que sufre el protagonista a lo largo de la cinta). Saldrá vencedor por suerte de la cochambrosa contienda y, a partir de ahí, a propinar nuevos mamporros, cada vez más arriesgados…

Apenas hay nada reseñable en la realización, si bien Montiel resuelve con corrección el punto que mayormente atraerá a los espectadores a ver una película como ésta: las peleas; no son ningún alarde de planificación ni resolución, pero al menos sí cumplen con su cometido. Porque fuera de ese aspecto, la dramatización es nula a lo largo y ancho del metraje: existe, cómo no, una historia de amor entre el protagonista y una camarera que conoce en uno de los locales que ahora se alegra en visitar, pero está tan poco atendida y tan tontamente resuelta en su momento culminante, que no hace sino invitarnos a sonreír complacientemente y olvidar plácidamente. Para entonces ya sabremos certeramente acerca de la impostación del conjunto.

Una última reflexión para terminar. Si en lugar de interesarse tan pobremente por un personaje que resulta en una marioneta en sus manos, el director se hubiera arriesgado en hacer hincapié en esos negocios turbios (que aquí solamente se intuyen) y que relacionan a mafias y lobbys responsables directos del manejo de toda una economía sumergida, quizás el resultado hubiera sido no digamos ya mejor, sino como mínimo más interesante. Aunque reconozco mi grado de ingenuidad en una propuesta como la anterior, tratándose de una producción cuyo cometido es mucho más leve que el de cualquier atisbo de crítica, sea cual fuere el índole de ésta.