Película Pelle el Conquistador

Todo ser humano sueña con un futuro mejor, más luminoso. La esperanza es lo último que se pierde, dicen; pero ésta se mina, se corroe cuando el paso de los años te depara un amargor tras otro. Es la carcoma de la vida la que desquebraja los anhelos de jubilación de Lasse, un hombre recientemente viudo que, tras una trabajada existencia, se ve obligado a volver a empezar. Justo de fuerzas y responsabilizado de su joven hijo Pelle, los aprietos de la necesidad le embarcan hacia un nuevo país con la promesa de mejor sueldo y condiciones. Pero la pobreza es testaruda y la miseria se enquista en un Lasse al que la sociedad le cerrará, por enésima vez, la puerta en las narices.

¡After Sun para Von Sydow, por amor de Dios!

Agridulce y hermosa, esta cinta del desgraciadamente desconocido para el gran público Bille August, compone un retrato rural danés de señoritos, parias y abusos, cuyo tono y argumento la hermanan con Los Santos Inocentes y, al igual que la obra maestra de Mario Camus, Pelle también obtuvo el caluroso y merecido aplauso de Cannes, ovación que no sería la última que arrancase en esta plaza el realizador danés (uno de los nombres propios habituales del festival francés). Lejos de Europa, esta bella relación paterno-filial logró también el reconocimiento unánime de la academia norteamericana, que le concedió el Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

Sostenido en sus interpretaciones, este recomendable y nevado paisaje cinematográfico supuso el descubrimiento de los expresivos ojos de Pelle Hvenegaard y una demostración más de talento por parte de un Max von Sydow que derrocha humanidad, ternura y patetismo en su labor. Un impecable trabajo dramático al que el actor sueco aporta los surcos en el rostro, labrados con la azada del jornalero, y las cicatrices del alma, acentuadas por la impotencia de educar a su hijo: un sentimiento surgido de la incapacidad de suponer un modelo fuerte y admirable para él, dada su avanzada edad. Y es que, como suele decirse, la paternidad es oficio de jóvenes.

Pelle recogiendo chapapote.

A pesar de la menesterosa y cruel existencia de sus protagonistas, será el chico quien, con dolorosa hermosura, permanezca fiel a su ilusión de conquistar el mundo, desafiando el orden establecido con orgullo e ímpetu juvenil, en busca de su hueco en la vida. Un emotivo mensaje que supone un resquicio de luz entre tanta penuria heredada y fortalecida por el analfabetismo, esa lacra aprovechada durante generaciones para fomentar desigualdades y contra la que aún debemos luchar en muchos rincones del mundo. Afortunadamente, en nuestro país, la escolarización obligatoria y la mejora de condiciones laborales acabaron, no hace tanto, con las jornadas de vendimia en las que una sardina de cuba era el único salario. Un abuso añorado por muchos terratenientes. Así, sobre las costillas de los desfavorecidos, bien se podían hacer capitales.