
Salvador Dalí es uno de los nombres más populares del siglo XX no sólo por su labor como pintor sino también gracias al excéntrico personaje que interpretó durante toda su vida. A pesar de no ser su faceta más conocida, el cine era su forma de expresión preferida. Para él era el medio ideal en el que desplegar su capacidad para crear ingeniosos juegos visuales.
Dalí perteneció a la primera generación de artistas que crecieron con el cine. Durante su infancia, el catalán raramente faltaba a su cita dominical con las películas mudas que, en ese momento, todavía estaban definiendo la capacidad expresiva y artística del medio. Para Dalí, la teoría del cine se componía de dos dimensiones. Por un lado, las “propias cosas”, que son los hechos presentados por la cámara cinematográfica; y la “imaginación fotográfica” o la forma en que la cámara muestra esos hechos, donde entra en juego la creatividad y la imaginación del creador. Un perro andaluz (1929) Durante su estancia en la Residencia de estudiantes, Dalí conoció a Luis Buñuel. Sus intereses artísticos comunes les llevaron a publicar de forma conjunta ensayos sobre las posibilidades del cine para revolucionar el concepto de arte. Su colaboración en el periódico catalán L’Amic des arts les llevó a ocupar un lugar destacado dentro de la vanguardia de la teoría del arte. En 1929 decidieron realizar un cortometraje que demostrara el potencial del cine para conseguir los objetivos del movimiento surrealista. Según declaró más tarde el propio Buñuel, el film nació de la unión de dos sueños: uno de Dalí en el que hormigas corrían por su mano, y otro de Buñuel donde le seccionaba el ojo a alguien con una navaja. Ambas imágenes se han convertido con el paso del tiempo en dos de los momentos más recordados de la historia del cine. Dalí y Buñuel trabajaron durante sólo una semana en la escritura del guión, para lo que se impusieron como regla no aceptar idea ni imagen que pudiera dar lugar a una explicación racional, psicológica o cultural. Aunque Dalí afirmó haber participado en la filmación del proyecto, no existen pruebas que lo demuestren.
Escena inicial de 'Un perro andaluz'
La característica que sitúa a Un perro andaluz dentro de las obras cumbres del cine es la ruptura con la narrativa tradicional para provocar al espectador la sensación de estar inmerso en un sueño, gracias a la utilización de poemas visuales y libre asociación de ideas. Desde su estreno el 6 de junio de 1929, sólo dos meses después del rodaje, la película causó un gran revuelo dentro de la sociedad de la época llegando a recibir más de 40 denuncias en las que se exigía la prohibición de la película por obscena y cruel. No obstante, Un perro andaluz situó a Dalí y Buñuel en el centro de la comunidad surrealista de París. La edad de oro (1930) Gracias a la notoriedad conseguida con Un perro andaluz, los vizcondes de Noailles propusieron a Buñuel financiar su siguiente trabajo dándole total libertad de trabajo. A pesar de las reticencias iniciales debido al profundo desprecio que sentía por la aristocracia, Buñuel acabó aceptando el ofrecimiento. Lo primero que hizo el cineasta aragonés fue desplazarse hasta Cadaqués para volver a trabajar con Dalí en el guión de la película esperando que la colaboración fuera tan productiva como había sido un año antes. Desgraciadamente no fue así y frustrado por la falta de progreso decidió regresar a París para elaborar el guión en solitario. A pesar de la decepción inicial, Dalí siguió vinculado al proyecto a través de cartas en las que sugería imágenes y temas para la película. La edad de oro refleja el descontento entre los miembros del movimiento surrealista por el auge de la extrema derecha dentro del panorama político europeo. Su argumento gira en torno a los esfuerzos de dos amantes para conseguir que su amor supere los obstáculos impuestos por la sociedad tradicional. Además de por lo subversivo de su contenido, la película se recuerda también por importantes avances técnicos como la utilización por primera vez en el cine de la voz en off.
Fotograma de 'La edad de oro'
Si Un perro andaluz provocó un escándalo considerable, La edad de oro sigue siendo una de las películas más polémicas de la historia casi ochenta años después de su realización. Poco después de su estreno, miembros de partidos de la extrema derecha francesa destrozaron la sala donde se proyectaba. A causa de estos incidentes, la policía le retiró la licencia de exhibición y retiró todas las copias disponibles de la película. La prohibición se mantuvo hasta 1980 en Nueva York y hasta 1981 en París. Trabajos frustrados La relación entre Dalí y Buñuel se enfrió a causa de su disputa por la autoría de La edad de oro. A pesar de esta circunstancia, Dalí siguió trabajando en el cine en solitario, siempre dentro del movimiento surrealista. Muchas de sus ideas nunca llegaron a ser más que esbozos como las tituladas El alma o El asno podrido. Algo más sólido fue el guión de Babaouo, publicado en 1932. Siguiendo la línea de Un perro andaluz y La edad de oro, cuenta la historia de un hombre llamado Babaouo que busca a su amada Matilde a través de un país en guerra civil. La capacidad visionaria de Dalí consiguió adelantar los acontecimientos que sucederían en España cuatro años después, partiendo de la creciente tensión política en Europa. Aunque nunca llegó a dirigir la película, Dalí realizó una serie de dibujos, maquetas e incluso un póster que describen su visión personal de la obra, que incluye algunas de sus imágenes más características como relojes blandos u hormigas. En 1998, el cineasta Manuel Cussó-Ferrer partió de este material para realizar su film Babaouo que, como no puede ser de otra forma, sólo se puede considerar como una interpretación del guión original de Dalí.
Cartel diseñado por Dalí para 'Babaouo'
Como prólogo al guión de Babaouo, Dalí incluyó su ensayo Pequeña historia crítica del cine en el que queda clara su admiración por los hermanos Marx, en especial por Harpo. Para Dalí, Animal crackers (Victor Heerman, 1930) supone “la cumbre de la evolución del cine cómico” y asocia la combinación de humor y caos de los Marx con su labor como surrealista. En 1936, Dalí conoció a Harpo en París y comenzó una relación de amistad con él. Como resultado surgió la posibilidad de realizar una película de forma conjunta titulada Giraffes on Horseback Salad o The Surrealist Woman. El argumento gira en torno a Jimmy, un aristócrata y hombre de negocios exiliado en América. Aburrido de su prometida, se enamora de la misteriosa Mujer Surrealista del título, amiga de los hermanos Marx y que personifica el mundo de la fantasía, de los sueños y la imaginación. En los dibujos y partes del guión que se conservan, se distinguen los temas e imaginería habitual en el mundo de Dalí aunque también se aprecia que supo captar la anarquía de la comedia de los hermanos Marx. En contra de lo habitual en las películas de los hermanos Marx, el papel principal correspondía a Harpo. La Metro Goldwyn Meyer, productora con la que tenían contrato los hermanos Marx, rechazó el proyecto alegando que era “demasiado surrealista”. A pesar de este revés, Hollywood no le dio la espalda a Dalí y en 1940 fue contratado por la 20th Century Fox para trabajar en la película Moontide, que iba a ser dirigida por Fritz Lang. Su función era diseñar una secuencia que describiera las alucinaciones que sufría el protagonista en estado de embriaguez. En los dibujos y pinturas que se conservan, Dalí convierte un puerto en un paisaje surrealista, con una enorme máquina de coser al fondo y un burdel-matadero. Después del ataque a Pearl Harbor en 1941, la visión de Fritz Lang se consideró demasiado pesimista siendo sustituido por Archie Mayo, que desechó la visión de Dalí. Recuerda (1944) En los años posteriores a esta serie de decepciones, Dalí alcanzó una gran popularidad en Estados Unidos, llegando incluso a aparecer en la portada de la revista Time. Esta posición privilegiada le convirtió en un importante reclamo publicitario que ayudó a convencer al productor David O. Selznick de la rentabilidad del elevado coste de su participación en Recuerda (Alfred Hitchcock, 1944). Hitchcock era un profundo admirador del artista catalán. Estaba convencido de que su forma de plasmar los sueños, alejada de las imágenes desenfocadas habituales en las películas de la época, conseguiría dotar de vivacidad las escenas oníricas presentes en el guión. De las cinco escenas que Dalí diseñó, sólo tres fueron incluidas finalmente en el film: la casa de juegos, el tejado y la pendiente. En las dos escenas descartadas, Dalí ideó cucarachas correteando con imágenes de ojos pegadas a sus espaldas y quince pianos suspendidos del techo mientras debajo se veía la silueta de los bailarines. En el rodaje de esta última, Dalí montó en cólera cuando vio que se habían construido pianos en miniatura y contratado a 40 enanos como intérpretes. Ante todas estas dificultades, David O. Selznick decidió contratar a William Cameron Menzies, con quien ya había trabajado en películas como Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939), para que reorganizara el trabajo de Dalí. Finalmente, en los créditos de la película el trabajo del artista se resumió en un simple “basado en los diseños de Salvador Dalí”. A continuación, podéis ver un vídeo con el resultado final.
Destino Durante el rodaje de Recuerda, Dalí conoció a Walt Disney en una cena celebrada en la casa de Jack Warner. En 1937, el catalán había declarado que Disney, junto con Harpo Marx y Cecil B. DeMille, era uno de los tres grandes surrealistas americanos por lo que la conexión entre ambos fue inmediata. El 14 de enero de 1946, Dalí firmó un contrato con los estudios Disney para trabajar en un corto de seis minutos llamado Destino que combinaría imagen real con dibujos animados. Contrariando su fama de excéntrico, Dalí fue a trabajar puntualmente al estudio todas las mañanas durante meses y estableció buenas relaciones con los animadores. Él era el encargado del aspecto visual del film, produciendo 15 pinturas y 135 bocetos junto con otras imágenes que servían de storyboard.
Dalí con su admirado Harpo Marx
Debido a problemas financieros, la película no se llegó a completar hasta que en el año 2003, el sobrino del productor, Roy Disney, decidió finalizar el trabajo contando con los animadores originales. Fuera del cine “convencional” En los años siguientes, Dalí no abandonó el cine aunque sí lo hizo en su vertiente más tradicional. Su siguiente guión fue La carretilla de carne (The flesh wheelbarrow) en la que contaba la historia de una pastora que se enamora de una carretilla (!!!) en la que ve todas las cualidades y atractivos de un ser humano. En 1953, llegó incluso a declarar para la revista Time que contaba con la participación de Anna Magnani, actriz en películas como Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini, 1945), como protagonista. Dalí nunca llevó a finalizar el guión debido a un proceso de reescritura infinito durante el que llegó a planear la inclusión en la historia de una escena musical en la que Nietzsche, Freud, Luis II de Baviera y Karl Marx cantarían sus doctrinas con música de Bizet. En 1954, comenzó a trabajar en un film inacabado titulado The Prodigious Story of the Lacemaker and the Rhinoceros. Durante años, Dalí estuvo obsesionado con el cuadro de Vermeer La encajera (1669-1670) , dibujando paralelismos entre las espirales logarítmicas presentes, según él, en el cuadro, la morfología de los cuernos de los rinocerontes, la de los girasoles y la de las coliflores.
Después participó en los screentests (1964-1966) de Andy Warhol. En ellos, los visitantes de la Fábrica, estudio de trabajo del artista estadounidense, se situaban delante de una cámara situada en un trípode y se les pedía permanecer tan inmóviles como les fuera posible durante tres minutos. En los 70 realizó con el apoyo de la televisión alemana un peculiar documental titulado Impresiones de la alta Mongolia. Todo comenzó cuando Dalí le propuso al artista audiovisual José Montes-Baquer realizar una película sobre el arto central de un bolígrafo en el que había estado orinando para provocar su oxidación. Dalí estaba fascinado por la visión del mundo a través de un microscopio y usó esta idea para contraponer el microcosmos frente a paisajes panorámicos. Impresiones de la alta Mongolia es, también, un homenaje a Raymond Roussel, poeta francés muy influyente en el movimiento surrealista pero, ante todo, es una obra que hay que valorar de acuerdo a sus orígenes experimentales. Esta obra marcó el fin de la relación entre Dalí y el cine, una historia marcada por el desbordante optimismo del artista, que siempre se sobrepuso a las muchas decepciones que le ocasionó el séptimo arte.
|
En definitiva, tras todo lo leido veo que la historia de Dalí y el cine es la crónica de la frustración de un genio.