
Paul Newman. En los años 50 y 60 se habría podido formar un huracán con todos los suspiros provocados entre el público femenino de la época con sólo pronunciar ese nombre. Hoy, a cualquiera que le guste el cine, ese nombre le inspira admiración y creo que no exagero si digo que incluso veneración. Más allá del cine, Paul Newman se supo ganar el respeto de todos a lo largo de una carrera en la que comenzó como mito erótico para acabar convertido en mito a secas.
El actor Después de cosechar un gran éxito en Broadway con la obra Picnic, sus inicios en el cine fueron en papeles de poca importancia en series de televisión y películas de dudosa calidad. Su carrera dio un vuelco en el año 1956 cuando Robert Wise lo dirigió en Marcado por el odio, su primer papel relevante, en el que interpretó al boxeador Rocky Graziano tras quitarle el papel al mismísimo Steve McQueen. Su gran año vino poco después, en 1958, cuando interpretó ni más ni menos que cuatro papeles de enorme relevancia en Un marido rico, en la fue dirigido por uno de los grandes directores del Hollywood clásico - aunque hoy olvidado - Leo McCarey; El zurdo de Arthur Penn, donde interpretó al mítico forajido Billy el niño; El largo y cálido verano, donde compartió protagonismo con Orson Welles y Joanne Woodward, con quien se casó ese mismo año; y, sobre todo, La gata sobre el tejado de zinc . Esta última película, dirigida por Richard Brooks, fue la que le propulsó definitivamente al olimpo de los actores americanos al robar a una de las grandes del cine del momento (y de siempre) como era Elizabeth Taylor todos los planos en los que aparecían juntos..
Paul Newman y Joanne Woodward
Tras el enorme éxito cosechado en 1960 con la superproducción Éxodo, en la que fue dirigido por Otto Preminger y actuó junto con la plana mayor del Hollywood de la época, en 1961 protagonizó El buscavidas que fue un fracaso comercial. Con el tiempo, esta película ha sido reconocida como una de las mejores de la historia y su actuación, como uno de sus grandes logros a lo largo de toda su carrera. En cualquier caso, poco después recuperaría el favor del público con otra de sus actuaciones más famosas en Dulce pájaro de juventud (Richard Brooks, 1962) y que se prolongaría durante un puñado de películas más entre las que destacan el ciclo de colaboraciones del actor con el director Martin Ritt, comenzado en 1958, y que incluye Cuando se tienen veinte años (1962), Hud (1963) e, incluso, una versión de Rashomon (Akira Kurosawa, 1950) titulada Cuatro confesiones (1964). Llegó, incluso, a participar en la película de Hitchcock Cortina rasgada (1966) si bien es cierto que fue uno de los mayores fracasos en la carrera de un director acostumbrado a los grandes éxitos comerciales. Después de este pequeño traspiés, Paul Newman acumuló en sólo siete años cuatro taquillazos de impresión. La imagen de Paul Newman comiendo 50 huevos en La leyenda del indomable (Stuart Rosenberg, 1967) permanece como uno de los iconos más recordados de la historia del cine. Dos hombres y un destino (George Roy Hill, 1969) marcó una época al unir a los dos grandes actores de la época, Paul Newman y Robert Redford, en una historia hecha a su medida pensada para reventar la taquilla. Cuatro años después, el mítico dúo se volvió a reunir en El golpe (George Roy Hill, 1973), que incluso mejora los resultados obtenidos por su predecesora. Esta racha impresionante de éxito terminaría con El coloso en llamas (John Guillermin, 1974), una película de catástrofes muy del gusto de la época. A partir de entonces, su carrera comenzó a decaer progresivamente hasta que dos Sidneys, Pollack y Lumet, la revitalizaran con Ausencia de malicia (1981) y Veredicto final (1982) que le valieron dos de sus nueves nominaciones a los Oscar, premio que conseguiría, al fin, con El color del dinero (Martin Scorsese, 1986) en la que volvió a interpretar a uno de sus personajes más carismáticos, Eddie Felson. Este Oscar no se puede entender sino como una rectificación por no habérselo concedido 25 años antes por El buscavidas, aunque la Academia ya le había concedido el año anterior un Óscar honorífico en reconocimiento a toda su carrera.
Paul Newman y Tom Cruise en El color del dinero
En los últimos 20 años de su carrera, sus trabajos se espaciaron más en el tiempo aunque nunca dejó de trabajar con grandes directores como los hermanos Coen (El gran salto, 1994) o Sam Mendes (Camino a la perdición, 2002), quien le brindó en su última interpretación la oportunidad de demostrar, una vez más, que estábamos ante uno de los más grandes. Sin embargo, ésta no fue su última aparición cinematográfica ya que puso voz a uno de los personajes de la película de Pixar Cars (John Lasseter y Joe Ranft, 2006). El director Los trabajos de Paul Newman como director no han podido evitar ser eclipsados por su faceta de actor. Si bien no llegan al nivel de sus interpretaciones (si así fuera estaríamos hablando de otro Orson Welles o Hitchcock), la mayoría de ellos son obras notables que merecen ser sacadas del olvido. Su debut como director fue en 1968 con Raquel, Raquel, que llegó incluso a estar nominada al Oscar a mejor película, y que cuenta la historia de una solterona que vive con su madre y que al cumplir 35 años comienza a replantearse su vida. Para el papel principal contó con una actriz de confianza: su propia mujer. Tres años después, se dirigió a sí mismo y a Henry Fonda en Casta invencible para contar la historia de unos leñadores que pelean por mantener vivo su negocio. Tan sólo un año más tarde, en 1972, dirigió su tercera película, El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas en la que cuenta los problemas familiares de una joven muy peculiar y por la que Joanne Woodward conseguiría la Palma de Oro a mejor actriz en Cannes.
Paul Newman durante el rodaje de El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas
Después de un trabajo en televisión, La caja oscura (1980), dirigió la que, probablemente, fue su película más personal, Harry e hijo (1984). No sólo es la única de todas sus obras que está escrita por él mismo, aunque en colaboración con Ronald L. Buck, sino que el tema le afecta de forma muy cercana ya que trata de la problemática relación del protagonista, interpretado por él mismo, y su hijo; y con la que pretende saldar cuentas con su hijo Scott, muerto seis años antes. Tristemente para él, supuso uno de los grandes fracasos de su carrera e incluso su interpretación pasó sin pena ni gloria. Después ya sólo volvería a ponerse detrás de las cámaras para adaptar a Tennessee Williams en The Glass Menagerie (1987). La persona En un lugar como Hollywood, donde los escándalos, los romances y las rupturas se coleccionan como sellos, Paul Newman demostró que era posible compaginar el estatus de superestrella con llevar una vida alejada de las revistas del corazón. Su relación con Joanne Woodward representó la estabilidad más absoluta hasta el punto de que el pasado 29 de enero del 2008 cumplieron sus bodas de oro. Cuando a Paul Newman se le preguntaba por el secreto de su duradero matriminio, él contestaba "para qué buscar hamburguesas fuera cuando tienes el mejor entrecot en casa. Joanne siempre me ha apoyado incondicionalmente en mis decisiones, incluso en mis carreras de coches, que ella deplora. Para mí, eso es amor." Fruto de este matrimonio nacieron tres hijos que se unieron a los tres que tuvo con su primera mujer. Probablemente, el peor momento de su vida lo vivió un día de 1978, cuando Scott, su hijo mayor, murió de sobredosis con 28 años. Como si de Eddie Felson se tratara, Paul Newman supo encajar el golpe y lejos de hundirse, la experiencia lo unió más a su mujer. Como si retara al dolor con la mítica frase "apuesta por mi, no puedo perder", en 1984 rodó la película "Harry e hijo" que, si bien no es autobiográfica, sí trata temas muy cercanos a la relación del actor con su propio hijo. Uno de sus aficiones preferidas era el automovilismo, que descubrió durante el rodaje de la película Winning (James Goldstone, 1968). No sólo era un gran actor sino que tampoco se le daba mal lo de conducir coches y llegó incluso a quedar en segundo lugar en las míticas 24 horas de Le Mans en el año 1979. Tanta era su pasión por la velocidad, que su última competición la disputó con la edad de ¡70 años! en las 24 horas de Daytona, lo que le convirtió en el piloto de mayor edad en disputar una carrera de alto nivel. Paul Newman también era una gran apasionado de la cocina. De hecho, fundó "Newman's Own", una marca de aliños para ensaladas muy famosa en Estados Unidos. Sin embargo, más que con la alimentación, esta empresa se relaciona más con la filantropía, y es que Paul Newman era, ante todo, un hombre consciente del privilegio de su fama y que sabía cómo utilizarla en provecho de otros menos afortunados. Todos los beneficios de "Newman's own" son dedicados a la caridad, y desde su creación en 1982, ha generado más de 150 millones de euros para este fin.

Newman's Own, o la salsa de Paul
Ésta es la obra social más conocida del actor, pero no la única. De hecho, su trabajo de caridad le valió en 1994 el tercer Óscar de su carrera, el premio humanitario Jean Hersholt, que recibió con las palabras "no creo que haya nada excepcional en la filantropía. Es la actitud contraria la que me sorprende". Cuando el 26 de septiembre sus ojos azules se cerraron por última vez, no sólo nos despedimos de Eddie Felson, Butch Cassidy o el indomable, también se fue con él una parte insustituible del cine.
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