
El pasado fin de semana se desarrolló en la concurrida localidad gerundense de Lloret de Mar la quinta edición del Festival de Cine Fantástico y de Terror, Festerror. Y VaDeCine.es fue amablemente invitada de la mano de la organización para asistir, acompañando al director Raúl Cerezo, quien fue premiado en el evento por su último trabajo, el cortometraje 8.
La impresión que queda tras este fin de semana relámpago (vuelo de ida y vuelta en menos de 48 horas, y concentración de todo el motivo cinematográfico en la tarde/noche del sábado) es la de haber conocido a una gente verdaderamente apasionada por el género fantástico en general, y por el cine de terror en particular. Personas muy jóvenes que, hace unos años, hicieron una fuerte apuesta por seguir conformando a Cataluña como la comunidad que seguramente más inquieta se muestre en lo que a la exhibición de propuestas alternativas y radicales se refiere, aportando así su granito de arena al panorama festivalero, hasta llegar a convertirse en una cita imprescindible para el aficionado (y el mitómano). Sin temor a exhibir la vena más freak, este pequeño pero esforzado colectivo se afana en divertirse y divertir al respetable mediante la recuperación de viejas glorias, ya sea a través de la proyección de films de culto o, incluso, con la presencia de los respectivos responsables que hubo detrás de ellos. De esta manera, si el año pasado fueron Bobby Rhodes y Sergio Stivaletti, actor y técnico de efectos especiales de la mítica Demons, de Lamberto Bava, este año el invitado de excepción ha sido ni más ni menos que el polémico director Ruggero Deodato, realizador del revolucionario film Holocausto caníbal.
¿Y cómo es posible que un festival aún prácticamente imberbe y parido por gente tan joven sea capaz de atraer tales nombres? La clave se halla en la valentía, en el atrevimiento incluso, y en concreto en un nombre particular, máximo exponente de estas cualidades en lo que a Festerror se refiere: Robert Ramos. Un chaval apasionado y entregado al medio; enamorado del cine de los 80, ése con el que muchos crecimos, este hombre ha pasado su vida entre fanzines, cintas de vídeo y todos los objetos de coleccionismo habidos y por haber (sobre todo incansable perseguidor de la firma y la dedicatoria del autor reconocido). De esta manera, imagino su brillante idea de conseguir que fueran esos famosos los que vinieran en lugar de desplazarse él, y el resultado parece haber sido redondo, a la vista de su festival.
Tras una mañana de relax donde apenas da tiempo a descubrir Lloret y a disfrutar de las diferentes opciones del abarrotado hotel de revoltosos guiris en el que nos alojamos, mi acompañante Cerezo me insta a visitar el famoso cementerio de la villa (supongo que por eso de ir tanteando la atmósfera del asunto), y en efecto la impresión es de aúpa, una vez contemplados los monumentales panteones que lo llenan. Sin solución de continuidad, el dicharachero Robert Ramos nos guía hacia el descubrimiento de su gran pasión, el mencionado coleccionismo. Tras semejante gesto de confianza (este cronista es de su misma especie y da fe del recelo que supone mostrar objetos de culto personal a desconocidos que muy probablemente no sepan ni de su existencia), nos desplazamos ya al recinto donde tendrá lugar el certamen, el recién estrenado Teatro Municipal de Lloret de Mar. Allí nos encontramos con un antiguo compañero de foros con el que compartiremos la tarde, y por allí asoma un señor algo más mayor que la media general de edad en la que nos encontramos la mayoría… ¡Es Deodato! Siento un inevitable impulso por pedirle ya mismo un autógrafo, pero mi saber estar se antepone a mi nerviosismo, por lo que habré de esperar. Además, los chicos del festival, haciendo honor a su fetichismo, han preparado una buena exhibición y venta de merchandising en el interior, y seguramente a don Ruggero le habrán pedido que se coloque después por allí dispuesto a recibir a algún que otro friki, y es que, en efecto, un servidor no estaba solo.

Pero antes había que disfrutar de Festerror en su apogeo, claro está. Asistimos, en primer lugar, a la presentación del fanzine “Freakland”, creado por todo el equipo organizador tras un largo tiempo de cocción; una publicación muy cuidada pese a tratarse de un trabajo propio que apenas ha contado con ayudas externas. Pasamos entonces a la proyección (no exenta de algunos fallos, de formato y sonido, comprensibles toda vez el recinto estaba recién estrenado) de los cortos premiados por la organización, en orden creciente de importancia. Inició No es país para zombies, de Andoni Garrido, un trabajo muy amateur y de tono cómico que está protagonizado por un grupo de amigos que quizás sólo buscaran divertirse al hacerlo, y observando el resultado a buen seguro lo consiguieron. Después de este generoso espacio por parte de la organización, pudimos ver los cuatro cortos premiados en las tres categorías de cortometraje profesional. El tercer puesto fue compartido por Jugando con la muerte, de Paul Urkijo, y Decapoda Shock, de Javier Chillón; dos films bien diferentes -el primero, deambulando con el terror cómico a través de la muerte; el segundo, con la ciencia-ficción más casposa y rabiosamente original- pero ambos de una factura formal muy conseguida. En segundo lugar, el ya bien (re)conocido 8, de Raúl Cerezo; poco que añadir a los que seguís de manera habitual nuestra web. Y el ganador, Leyenda, de Pau Teixidor, es un cortometraje seco, impactante y de extrema violencia, muy deudor, tanto en tono como en fondo, de la reciente ola de cine francés extremo (Martyrs, A l’interieur, Frontier(s), etc.); muy bien realizado y haciendo acopio en la fotografía de ese oscuro tono que envuelve a este opresivo cuento, puede que su radical atrevimiento en los límites de la representación le ocasione algún problema de exhibición. Lástima de las palabras de su director al recoger el premio, lo único escuchado íntegramente en Catalán en todo el evento; allá cada cual con los afanes reduccionistas de su discurso (fílmico o no). El galardón del certamen, la “cabeza de Jíbaro”, fue entregado a cada uno de los responsables de la mano de Ruggero Deodado, quien para su sorpresa, también fue premiado con el premio honorífico.

Hubo un intermedio en el que por fin saciar el hambre mitómano y, justo a continuación, la traca final con la proyección de Holocausto caníbal y la posterior mesa redonda con su director, todo ello intercalado con las breves piezas de producción propia del festival, como publicidad del mismo y también como homenaje al propio Deodato, mediante un collage de las imágenes de sus múltiples films. Sobre la película en sí, os remitimos a la crítica de pronta aparición en VaDeCine.es, y sobre el debate final, apuntar que su duración fue superior a una hora a pesar de que tan sólo se realizaron seis o siete preguntas; ello deja relucir el particular sentido de la explicación que afecta al realizador italiano, influido quizás por el obligado recurso a la justificación de toda la polémica que rodeó a su film que ha tenido que exhibir de manera constante desde su primera exhibición. Y es que no se trata solamente de su cinta más polémica, sino de una de las más cuestionadas de toda la historia del cine; en primera instancia acusado por la creencia de la veracidad de la trágica desaparición del equipo de documentalistas que viajan al Amazonas en la ficción, tuvo que pedir a los actores que se retractaran de la firma de su contrato original, a través de la que se les exigía estar verdaderamente desaparecidos del mapa durante un año, para así librarse de la causa con amenaza de cárcel que se le aplicó durante algunos meses; y una vez superado ese escollo, fueron los años los que incrementaron la presión por parte de todas las organizaciones en defensa de los animales habidas y por haber, las que le persiguieron (y le persiguen) por haber matado despiadadamente a un total de siete animales durante la realización de su película. Pero los detalles de sus jugosas afirmaciones los revelaremos en un próximo artículo, dedicado ex profeso para tal motivo, más que suficiente en sí mismo.
Y así terminó este Festerror 2012. Bueno, en realidad concluyó oficiosamente en uno de los pocos restaurantes que había abiertos en la localidad a la 1 de la mañana, en donde reunidos con la organización y con algunos otros invitados (incluído el mismo Deodato), pudimos saciar la otra hambre (la de verdad, la que está científicamente probado que sustenta al cuerpo humano, sea friki o no) mientras seguíamos departiendo de cine y todo lo demás. Más conocidos, intercambio de tarjetas entre webs que ya serán amigas y una calurosa y sentida despedida de un colectivo que, encabezado por el inquieto, amable y capaz Robert Ramos, está en el camino de convertirse en uno de los festivales de referencia nacional. Queda mucho trecho aún por recorrer, pero andando se hace el camino… y en buena compañía todo es mucho más fácil.

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Vaya excursioncita que os habéis echado, friki total.