Película Átame!

Asevera una arcaica regla no escrita del balompié que “equipo que gana no se cambia”. Probablemente Pedro Almodóvar no ha escuchado jamás esta mítica sentencia futbolera, y aún menos, como reconocido progresista de la movida madrileña, éste querría ser tachado de ultraconservador. No obstante, parece que el manchego en su oficio ha decidido aplicarse férreamente esta política continuista que aconseja realizar pocas variaciones cuando algo medianamente funciona. Así, si me permiten el símil deportivo, el célebre director con Átame! consigue una vez más sacar el partido adelante, pero una gran parte del respetable comienza a aburrirse ante el repetitivo discurso. Y es que además de vencer hay que convencer, y no hay nada como las novedades para estimular a todos.

Buena película, cierto. ¿Cómo no reconocer un trabajo bien hecho? Justamente aplaudimos, pero lo hacemos con cierta inercia y sinsabor, pues hallaremos muy pocas permutas respecto a títulos anteriores (y posteriores) en su obra. No obstante, a nadie se le escapa que estamos ante otra lección magistral de rodaje del cineasta. Marcando la estética general, volveremos a degustar el habilidoso manejo del espectro cromático que con tanto acierto utiliza Almodóvar como marco de sus excéntricas historias. La fotografía, nuevamente dirigida por el notable José Luis Alcaine, resulta indudablemente prodigiosa en ciertos momentos radiantes de puro cine. Asimismo, como es habitual, gracias a sus magníficos intérpretes la narración crece más allá del irregular guión. La capacidad del realizador jugando en su terreno queda fuera de toda duda. Ahora bien, conociendo su magnífico talento y respetando su conservadurismo, a muchos nos gustaría verle explorar nuevos horizontes en su cine. También hay quien se aplica con éxito ese “sin riesgo no hay gloria” en busca de la excelencia.

En este film, el director revisita su personal universo repleto de erotismo y personajes de exagerada emotividad, para contarnos la rocambolesca historia de dos jóvenes maltratados por la vida que en esperpénticas circunstancias encuentran el cariño demandado. Así, Ricky, un individuo con evidentes problemas psicológicos y delictivos, interpretado con toda credibilidad por Antonio Banderas, secuestra a Marina, actriz porno y ex prostituta, a la que da vida una más que sugerente Victoria Abril. Obsesionado con ella, Ricky intentará conquistar de esta demente manera a su amada plenamente convencido de las posibilidades de su plan. Una descabellada estrategia de cortejo repleta de situaciones tragicómicas bastante surrealistas que completan esta simpática ocurrencia.

En definitiva, un notable trabajo cargado de excesos sentimentales que, más allá de explorar en el «síndrome de Estocolmo», pone de manifiesto las poco convencionales necesidades de cariño de los seres marginales para resistir en este mundo. Puede que no lo entendamos, no obstante cualquier atracción fatal es posible en determinadas circunstancias. No lo duden, no es ésta la historia más inverosímil que Almodóvar nos ha contado. Existen tantas vías para alcanzar la felicidad como individuos poblamos la Tierra. Cualquiera puede un buen día sorprenderse transitando peligrosas carreteras sentimentales, y cantar de puro contento.