Valoración de VaDeCine.es: 8.5
Título original: Cave of forgotten dreams
Nacionalidad: Francia
Año: 2010 Duración: 95 min.
Dirección: Werner Herzog
Guión: Werner Herzog
Fotografía: Peter Zeitlinger
Música: Ernst Reijseger
Intérpretes: Documental
Trailer
Antes de entrar en cualquier otra consideración, hemos de valorar el esfuerzo del audaz Werner Herzog para poner a nuestro alcance la maravillosa cueva de Chauvet (Ardèche, Francia), cuyo descubrimiento en 1994 revolucionó la arqueología al hallarse las pinturas rupestres más antiguas conocidas hasta la fecha. Cuando los espeleólogos Éliette Brunel-Deschamps, Christian Hillaire y Jean-Marie Chauvet exploraron por primera vez la recóndita gruta, quedaron encantados al acceder a un instante congelado en el tiempo. Los pocos afortunados que han podido visitarla expresan que la impresión que provoca la belleza de los dibujos de sus paredes sólo es comparable al impacto del aura de misterio que envuelve el precioso y remoto lugar. Transmitir su imponente antigüedad, preservada por capricho de la Naturaleza, es el éxito que alcanza el cineasta alemán con este interesante documental realizado en condiciones extremadamente dificultosas.
Si el objetivo de este género cinematográfico es ilustrar, podemos concluir que Herzog lo conquista sobradamente, y sin avasallar con datos que no recordaremos. Pero al autor le interesa mucho más impregnarnos del hechizo de la enigmática cueva, esforzándose por invitarnos a reflexionar sobre nuestra propia especie, el entorno y la espiritualidad que nos envuelve desde tiempos inmemoriales. Su principal finalidad, más allá de filmar las maravillosas pinturas de animales en aparente movimiento, es hacernos sentir la presencia de los humanos que las realizaron, meditando sobre lo estéril que resulta intentar decodificar su idiosincrasia. Un pensamiento fascinante.

Utilizando un 3D en esta ocasión nada gratuito, el entregado equipo de rodaje escruta cada metro accesible para dejarnos con la boca abierta. Las imágenes son francamente impactantes. Las figuras de sus perfectamente conservadas galerías cuentan con más de 30.000 años; sin embargo, lejos de lo esperado, se aprecia una notable técnica y destreza en aquellos artistas anónimos de los que no sabemos, ni podremos saber jamás, si tenían tal consideración entre su comunidad. Cualquier intento por comprender el verdadero motivo de los dibujos está destinado al terreno de la pura hipótesis. ¿Rito, expresión, simple distracción?, estamos demasiado alejados temporal, psicológica y culturalmente como para descifrar estos enigmas. Herzog cavila y bromea con este hecho sin mala fe al recoger entrevistas algo extravagantes de expertos obstinados en entender lo inaccesible. Podemos encontrar restos, intuir conductas, examinar sustancias..., pero no lograremos pensar de la manera en que lo hacían nuestros antepasados, lo cual sitúa aquel mundo prehistórico en un plano existencial ya olvidado. El director se muestra constantemente seducido por esa impenetrabilidad. Su chocante epílogo da buena fe de ello. El enfoque del documental podría haber tomado muy diferentes derroteros, probablemente dejándose llevar por senderos más prosaicos y analíticos, pero éste es el escogido por Werner Herzog, y lo encuentro plenamente sugestivo.
Interesante y bonito documental sobre uno de los patrimonios más importantes de la humanidad. Resulta bastante curioso observar el mundo tal y como lo veían hace treinta mil años a través de unas pinturas rupestres que a pesar del tiempo transcurrido todavía se conservan.
La cueva en sí es un agujero en el espacio temporal en el que el tiempo no parece correr, y que si no fuera por las filtraciones de agua no notaríamos el paso de los años. Con el misterio que envuelve el arte rupestre, un arte que es capaz de conservarse millones de años (todavía no se ha demostrado ninguna obra artística que duré tanto tiempo) y que se realizó con materiales básicos.
Un viaje a la prehistoria, que cautivara por la belleza de las imágenes, que interesara a paleontólogos, historiadores y arqueólogos, pero que no deja de ser un documental en tres dimensiones, en el que el director intenta hacernos reflexionar en unas preguntas que nos llevamos tiempo haciendo: ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?
Una opotunidad de ver esta maravilla del paleolítico, que nos hubiera sido imposible ver si no es gracias a Werner Herzog y su equipo