Película Oliver Twist

Polanski siempre había sido ferviente admirador de la literatura de Dickens y en especial de Oliver Twist. Sin embargo, tuvo que ser su mujer la que le animara a embarcarse en el arduo proyecto de llevarla a la gran pantalla. El clásico ya había sido rodado en 35 milímetros por David Lean en 1948, sin embargo, Polanski, convencido de que el clásico necesitaba una revisión, decidió aventurarse en el rodaje.

Varios factores hicieron que la cinta pasara desapercibida. El primero de ellos fue la dudosa idoneidad de la fecha del estreno. ¿Qué mejor momento que la Navidad para estrenar una adaptación de un cuento de Dickens? Sin duda, Septiembre no era la fecha más acertada. El segundo motivo por el que la película no tuvo la repercusión esperada fue la estrategia propagandística por la que optó la distribuidora. El estreno se restringió a unas pocas salas con el objetivo de hacerlo a gran escala cuando el público potencial hubiera picado el anzuelo. El problema es que la expectación que rodeó a la película fue mínima y esto se tradujo en pérdidas, ya que la recaudación fue de 20 millones de dólares y el presupuesto destinado al rodaje fue de 60. Un fracaso de dimensiones astronómicas.

Curiosamente el film no resulta tan desacertado como puede presuponerse tras conocer estos datos, si bien no está a la altura de otros trabajos del director. Quizá la falta de impronta en la obra hace que la indiferencia se apodere del espectador en numerosos momentos. Polanski se pasea cual fantasma por la cinta, ocultando su ingenio tras la cámara y dejando ver poco de sí mismo. Sin embargo, a su favor he de decir que la obra alcanza una perfección formal y técnica abrumadora, pero es bien sabido que una buena ejecución sin chispa es sinónimo de tedio.

El argumento ya lo conocemos todos. Oliver Twist (Barney Clark) es un muchacho huérfano que vive en un internado en condiciones infrahumanas. Será vendido como ayudante a un enterrador y ante las constantes vejaciones a las que se ve sometido, decidirá huir a Londres en busca de un futuro mejor. Allí conocerá a un joven ladronzuelo que le llevará a casa del viejo Fagin (Ben Kingsley) que a cambio de cobijo, tratará de convertir al pobre Oliver en un raterillo más de los muchos a los que acoge en su hogar.

La actuación del reparto, en general, está a la altura si bien merece la pena destacar a Ben Kingsley, que está espectacular en su papel y su caracterización es impresionante. Como contrapunto tenemos al joven que interpreta a Oliver. El muchacho seguro que hace lo que puede, pero es que resulta tan estático e inexpresivo que hace que el personaje principal carezca de todo interés, de ahí que uno de los pilares maestros del film quede dañado irremediablemente.

La película logra un buen resultado en lo que a la atmósfera se refiere. La banda sonora se encarga de poner el resto. La época Victoriana queda reflejada a la perfección, siendo un retrato fidedigno de la época. El rodaje tuvo lugar en Praga, y para la ocasión se recrearon los edificios y calles estereotípicos del Londres de la época. La fotografía, con gran acierto, pasa de ser un espectacular fresco colorista a un tétrico y oscuro escenario propicio para las intrigas y el desasosiego. Indudablemente uno de los puntos fuertes de la obra. El espíritu de denuncia social que Dickens plasmó en su obra se mantiene firme en la adaptación de Polanski. Los entresijos del Hampa, la prostitución y el sistema de clases sociales cerrado es el sustrato sobre el que fluye la trama.

Indudablemente, Oliver Twist no será la obra por la que Polanski pase a la historia como director, más aún teniendo en cuenta que en su filmografía encontramos verdaderas joyas como El pianista, ganadora del Óscar en 2002. Lo aséptico de la realización unido a la penosa actuación del protagonista hace que otros aspectos formales se vean muy tocados y en ocasiones hundidos.