Película La vida privada de Sherlock Holmes

La secuencia de introducción, construida nuevamente por Wilder sobre una voz en off, ya nos avisa de sus intereses: no será éste un relato típico sobre el mítico detective. Y no lo es porque aquí se haya inventado algo no escrito acerca del personaje novelesco, sino porque la cultura popular parece haber sepultado algunos de los aspectos más políticamente incorrectos de éste. De tal modo, La vida privada de Sherlock Holmes hace de su título toda una declaración de intenciones. Por supuesto que también gozaremos de una trama detectivesca que haga lucir las artes de deducción del protagonista, pero básicamente esta cinta prefiere mostrar su lado más humano y menos difundido; sus manías e imperfecciones, las adicciones y fobias, coqueteando con la ambigüedad sexual de Holmes y mostrando al hombre como un ser intelectualmente aislado que refugia sus penas entre narcóticos, casos excitantes y una cruda ironía que, paradójicamente, le separa aún más del resto de congéneres.

La desmitificadora obra, por tanto, lleva sus pretensiones más allá de la habitual y amena investigación, si bien ésta sí se mueve por los derroteros tópicos y demandados sobre el personaje victoriano; esto es, basándose en la rebuscada explicación científica frente a leyendas o fantasías populares, siempre con Sherlock Holmes como hábil experto en prácticamente todo. Pero volviendo al auténtico móvil de la cinta, que viene a ser lo más importante, cabe destacar la sutileza con la que Billy Wilder trata cada uno de los matices que rescata del personaje. Así, desde la apuntada misoginia hasta su orientación sexual, pasando por el grado de gaseosa que añade su amigo y admirador Watson en la exaltación de sus hazañas, todos los elementos normalizadores serán perfilados como posibilidades y no como certezas sobre éste, valiéndose el guión del juego cómico y de unos diálogos geniales como principales armas.

Para la polémica queda saber hasta qué punto fue realmente mutilada esta película en la sala de montaje. Cuentan que la tensión entre director y productores se llevó por delante una buena parte del metraje y de las ambiciones. Del disgusto de Wilder para con su trabajo existe bastante material documentado, quizás por considerarlo un arriesgado y personalísimo proyecto sobre el que no pudo ejercer el control absoluto. Puede que el maestro, algo mayor para forcejeos, notara ya que su mejor tiempo empezaba a agotarse. No obstante, y pese al desagrado del autor con el remate de su obra, es ésta una de las versiones más interesantes e inteligentes jamás filmadas sobre un personaje definitivamente arrebatador, sea cual sea el medio que interprete sus atractivas aventuras, y siempre y cuando no se escape de las manos como la macarrada firmada por Guy Ritchie, que quede claro.