Película Máximo Riesgo

Aturdiéndonos un tanto en su arranque, Máximo Riesgo parece ser esa película en la que Stallone no le va a pegar una paliza a nadie. Quizás estemos en lo cierto, y aquí sólo dedique sus torneados músculos a rescatar personas en la montaña. Es posible que sea un film atractivo; al fin y al cabo el asunto promete de todos modos. Las imágenes y el sonido resultan ciertamente espectaculares. No desentona el suspense previo al peligro ni sus primeras escenas de acción. Incluso los conseguidos efectos visuales amenazan con restar protagonismo al propio Sylvester. ¡Vaya!, la verdad es que hay que reconocer que la película está francamente bien realizada. Sin embargo, ¿de verdad que no le va a zurrar a ningún indeseable? Es entonces cuando irrumpe en pantalla una pandilla de granujas disparándose entre ellos mismos. Ahora sí, los fans podemos frotarnos las manos. Poco más tarde, Stallone clavando un tío en una estalactita confirma que las aguas vuelven a su cauce.

Porque sí, pese a desarrollarse en la montaña, entre equipos de rescate y logradas secuencias de alpinismo, esta trepidante aventura viene con otro despliegue de atropellada acción tan característica en Sly. No faltan a la cita aquella grotesca violencia, explosiones, disparos, inoperantes villanos, diálogos insustanciales e incluso algún giro inverosímil que empuje la trama a cualquier precio. Por no eludir el subgénero, ni tan siquiera se nos priva de una buena exhibición del torso de nuestro valeroso héroe. Y es que semejante hipertrofia muscular, aun a varios grados bajo cero, ha de ser mostrada con cualquier excusa argumental para que se quite el abrigo. Para algo se lo ha currado en el gimnasio. Claro que sí, porque es lo que se nos había prometido bajo el reclamo de la palabra “Stallone”. Como siempre, absténganse los detractores. Si no les gustó el resto de su filmografía esta cinta igualmente les espantará. Más que nada, se lo advierto por si todo aquello del montañismo les había confundido. Ahora bien, para todos los necesitados de un buen chute de adrenalina periódico, para los amantes de las bravuconadas y el ardor, pero sobre todo para aquellos incondicionales de este pasional cineasta, e incluso los mínimamente tolerantes con su cine, he aquí otro título imprescindible de su época dorada. No les defraudará.