Valoración de VaDeCine.es: 7,5
Título original: Jacob's Ladder
Nacionalidad: Estados Unidos
Año: 1990 Duración: 115 min.
Dirección: Adrian Lyne
Guión: Bruce Joel Rubin
Fotografía: Jeffrey Kimball
Música: Maurice Jarre
Intérpretes: Tim Robbins (Jacob Singer), Elizabeth Peña (Jezzie), Danny Aiello (Louis), Jason Alexander (Geary), Macaulay Culkin (Gabe), Ving Rhames (George) Matt Craven (Michael)
Trailer
No han sido pocas películas las que han tocado el tema de la guerra de Vietnam de un modo crítico y antibelicista, pero si hay algo que diferencia La escalera de Jacob de todas las demás, es su original estructura. Aunque parece utilizar el discurso como análisis final de la historia, se muestra, en realidad, como un punto de partida. Así, los supuestos experimentos del ejército americano con sus propias tropas sirven a Adrian Lyne como una mera excusa para introducirnos en su surrealista argumento. Funciona como un curioso vehículo que nos embarca en un desconcertante viaje por los terrores más profundos de la mente, donde la difusa línea que separa lo real de lo irreal se bifurca y se fusiona alternativamente, persiguiendo la huída de un casi inevitable descenso a los infiernos.

Tim Robbins, en uno de sus primeros papeles como protagonista, encarna magistralmente a Jacob Singer, un excombatiente de la guerra de Vietnam que comienza a tener unas espeluznantes alucinaciones en las que se siente perseguido por unos aterradores demonios…
Lo sugerente de la historia solo podría tener cabida con un montaje como el ofertado en la cinta, muy apropiado para el efecto sorpresa que busca el cineasta. De esta forma, tenemos flashbacks, sueños recurrentes, diferentes realidades posibles…todo esto se muestra dentro de una recreación del horror de lo más sugestiva. Para ello, Adrian Lyne confiere una ambientación malsana e inquietante que, junto a un ritmo lento y a la impresión paranoica que se desprende del film, da una sensación de agobio y desasosiego, necesaria para mantener una tensión que va in crescendo a lo largo del metraje. Incertidumbre ésta aliviada según van encajando las piezas del puzzle en un desenlace tan revelador como previsto.

Sin duda, hay razones más que suficientes para entender esta película como una memorable obra de culto. No en vano, contiene escenas rebosantes de talento y tan escalofriantes como la secuencia inicial del metro o la de la bañera, y sobre todo el terrorífico recorrido en camilla de Jacob hasta el grotesco quirófano. Pero es su posible influencia en producciones posteriores lo que refleja la gran categoría de la cinta; precisamente, largometrajes de renombre como Abre los ojos (Alejandro Amenábar, 1997), The Matrix (Andy y Larry Wachowsky, 1999) o El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999) mucho tienen que agradecer a esta controvertida rareza.
Recuerdo que me gustó; la vi contigo hace años y debería revisarla ahora que la sacas a la palestra de nuevo.