Valoración de VaDeCine.es: 9
Título original: Seppuku
Nacionalidad: Japón
Año: 1962 Duración: 133 min.
Dirección: Masaki Kobayashi
Guión: Shinobu Hashimoto (Historia: Yasuhiko Takiguchi)
Fotografía: Yoshio Miyajima
Música: Tôru Takemitsu
Intérpretes: Tatsuya Nakadai (Hanshiro Tsugumo), Akira Ishihama (Motome), Shima Iwashita (Miho), Tetsurô Tanba (Hikokuro Omodaka), Masao Mishima (Tango Inaba)
Trailer
Adaptación de la novela de Yasuhiko Takiguchi, este impresionante drama moral llegaba a las salas en 1962 con las heridas de la Segunda Guerra Mundial aún abiertas. Su nítido humanismo vendría a oponerse a los arraigados y vetustos códigos de honor que impregnaban un país intentando sacudirse la arrogancia de sus férreas convicciones. En el punto de mira de la obra se sitúa el bushido, ley samurái que anteponía su obstinado reglamento a cualquier consideración. Entre sus más sensacionales principios encontramos el conocido ritual suicida del harakiri, denominado seppuku de manera más elegante, cuya práctica consistía en cortarse el propio vientre ante una vergüenza insoportable o deshonra. En la leyenda de los clanes difícilmente hallaremos ultraje alguno a respetables tradiciones como la citada; sin embargo, he aquí una valiente e inusual película que, valiéndose de esta ceremonia como escenario, se interesa en cuestionar los convencimientos establecidos sobre el honor y una ética en demasiadas ocasiones ajena a la trágica realidad. “No es oro todo lo que reluce” viene a erigirse como inmediato discurso; cierto, pero aún más interesante resulta su terrenal postura de priorizar la vida de inocentes ante un orgullo desalmado que deriva en la pura soberbia inhumana.

Ambientada en el Japón feudal, la estremecedora historia nos presenta una sociedad en plena desestructuración que dejaría millones de siervos sin ocupación. Ante el hambre y la fuerte crisis, un samurái podía entender el harakiri como una salida gloriosa de este miserable mundo. Con esa determinación llega Hanshiro Tsugumo (sublime Tatsuya Nakadai) a la casa de un prestigioso clan, donde rogará que le permitan suicidarse con todos los honores y protocolo. Tras verificar las sinceras intenciones del veterano y desgraciado ronin, el anfitrión accede a completar los preparativos en su patio. Sin embargo, antes de desentrañarse ante los presentes, Tsugomo solicita que le sean concedidas sus últimas voluntades. Mientras todo se dispone para que así sea, éste narrará la dramática desventura que le ha llevado hasta ese tatami ceremonial. El relato rememora el pasado pero ya no habrá marcha atrás. El tremendo drama se abre paso al tiempo que la película nos atrapa irremediablemente. Muy pronto sentiremos la excelsa intensidad de la obra.
Engalanada la producción con su brillante fotografía repleta de contrastes y una precisión portentosa con el zoom y en cada encuadre, sin embargo es aún más impresionante la capacidad del realizador para manejar los tiempos y tejer una narración dividida con maestría entre flashbacks reveladores y el retorno a la potencia sobrecogedora del presente de tan turbia crónica. En el camino quedan sus inolvidables interpretaciones y unos niveles de tensión al límite de la claustrofobia durante sus solemnes diálogos. Pero que los amantes del chanbara más enérgico no se turben ni impacienten: rápidamente adivinarán que las katanas no podrán permanecer envainadas. Para el crepúsculo de aquella época todavía quedarían guerreros dignos de empuñar un arma y exponer su parecer con absoluto criterio. La lección quedará impartida por una voz autorizada. Hanshiro Tsugumo sienta cátedra.
Gran crítica Barry, muy fiel a lo que es la película que es grande, muy grande.... se echa de menos cine de esta calidad en estos tiempos. Tengo pendiente la nueva espero que no me defraude habiendo visto la primera..