Valoración de VaDeCine.es: 9.3
Título original: Apocalypse Now (Apocalypse Now Redux) Nacionalidad: Estados Unidos Año: 1979/2001 Duración: 153/205 min. Dirección: Francis Ford Coppola Guión: John Milius, Francis Ford Coppola (Novela: Joseph Conrad) Fotografía: Vittorio Storaro Música: Carmine Coppola Intérpretes: Martin Sheen (Willard), Marlon Brando (Kurtz), Robert Duvall (Kilgore), Frederic Forrest (Chef), Sam Bottoms (Lance), Laurence Fishburne (Limpio), Albert Hall (Phillips), Harrison Ford (Coronel Lucas), Dennis Hopper (Reportero gráfico) Trailer
Los intensos ojos verdes de Willard, ahora perdidos en los efectos del alcohol y la droga, han presenciado la atrocidad de la guerra. Mientras suena el hipnótico The End de The Doors, las aspas de un ventilador se funden con el sonido nervioso de las hélices de un helicóptero, oráculo que presagia un retorno, un regreso al Averno, esta vez, guiado por una voz: la de Kurtz. Y así como Dante, acompañado por Virgilio, descendiera por cada uno de los círculos que conforman el inframundo, Willard remontará el río Nung, viaje iniciático que transformará su alma y la de todo su séquito. Arrancado de su estado letárgico, Willard asiste a una Última Cena, tornada opíparo almuerzo, en el que sus superiores le encomiendan una misión: dar muerte al oficial Walter E. Kurtz. Sus métodos se han vuelto poco prudentes y su eliminación es de vital importancia. Será el prefacio de una intensa introspección, una mirada al propio alma que tendrá lugar en lo más profundo del sacudido Vietnam. Y no será una visión amable; el abismo ante el que se encuentra Willard esconde misterios insondables que harán tambalear su naturaleza humana, así como aconteciera a Kurtz, ahora convertido en un dios pagano al que sus súbditos rinden culto con fervorosa pasión en el corazón de la selva camboyana.

La voz en off de Willard se transforma en psicopompo que adentra al espectador en un particular hades. El desmañado equipo encargado de la misión contará con una frágil lancha motora, único rescoldo de cordura y seguridad en medio de una hiperbólica naturaleza que amenaza con engullirlos. Los ocasionales encuentros con las tropas americanas, lejos de ser una toma de contacto con la realidad, distorsionan aún más si cabe la frágil moral del grupo. La ineptitud y el desconcierto campan a sus anchas en la facciones yakees que, a medida que se sitúan más cerca de la ubicación de Kurtz, se antojan más inestables y perturbadas. Francis Ford Coppola quiso retratar "el horror" que Conrad plasmara en su novela: El corazón de las tinieblas. El paralelismo trazado entre Vietnam y el Congo colonial cobra matices sugerentes de la mano del realizador que, con sabio acierto, supo captar la sublime esencia del libro adoptando muchas de las innumerables metáforas que encierra la obra, pero con una visión renovada, más cercana a los referentes actuales. Para entregarse a una hazaña de tal envergadura, el director puso gran parte del peso del proyecto en un jovencísimo Martin Sheen. Encarnación del Marlow que idease Conrad, el actor estadounidense afronta con exorbitada competencia una empresa de inconmensurable responsabilidad. Por su parte, Marlon Brando interpretaría con un misticismo vibrante al icónico Kurtz que, iluminado por un éxtasis tan regio como cruento, entre sombras, nos revelaría las devastadoras consecuencias del sentimiento de poder y del conocimiento espiritual. Robert Duvall, nominado al Oscar por su interpretación del histriónico e indolente Coronel Kilgore, nos acerca al límite último de la cordura, de la moral, de la espiral de surrealismo a la que conduce la virulencia asimilada y aceptada.

No obstante, es en la fotografía donde reside uno de los más formidables aspectos de esta película de referencia. Vittorio Storaro, genio creador responsable de la misma, explota los claroscuros y las contraposiciones lumínicas en completa consonancia y armonía con la dualidad que se infiere del conjunto de la cinta. Optimizando al máximo la expresividad colorista y las superposiciones, Storaro da vida tras el objetivo a un collage de imágenes sugerentes e inspiradoras que le hizo merecedor del Oscar. Coppola, por su parte, supo aportar con una grandilocuencia retórica fascinante la truculencia de la guerra y, no conforme con ello, ahondó con esmero, tal y como Conrad ya hiciera, en las secuelas anímicas y espirituales de sus integrantes, todo ello ataviado con una dirección impecable tras la que entrevemos la personal mano del realizador. Dedicado con una devoción casi religiosa a la filmación de la misma, su culminación se convirtió en una homérica odisea contabilizada en 238 días. No obstante, hasta ahora nadie ha osado plasmar con tanta eficacia y maestría un sentimiento tan místico y pernicioso: "¡El horror! ¡El horror!"

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la versión R4edux, con esa ya lo flipas.