EL CINE ESPAÑOL PREVALECE
Segundo día y madrugón asegurado. Comienzo las jornadas maratonianas desde las 8.30 que se proyecta la primera película hasta que el cuerpo aguante (que no suele ser mucho más allá de las 12 de la noche). Ya estamos de pleno en Sitges. 
El Auditorio es el recinto que está situado junto al hotel Melía y es la sede principal del festival. Tiene una sala sencillamente impresionante, de una gran capacidad y que exhibe un sonido y una imagen de aúpa. Allí pasaré toda la mañana de seguido, con el visionado de tres pelis una detrás de otra; se trata de coger buena posición en la cola de prensa para situarse bien en el cine y, una vez acabada la proyección, salir por patas lo más rápido posible (que en el caso de algunos, véase mi fiel compañero de andanzas Alfredo Paniagua, de Fiebre de Cabina, es prácticamente corriendo) para volver a posicionarse. Un bucle que se repitió hasta en tres ocasiones, como comento.
- Mindscape (Jorge C. Dorado). Es éste el debut en el largometraje del reputado cortometrajista Jorge C. Dorado (For(r)est in the des(s)ert, El otro), uno de los nombres a los que más había que tener en cuenta para este salto que suele ser sin red. Y cuando uno concluye de ver su Mindscape no puede más que alegrarse por su confirmación. Porque esta cinta sencillamente no parece la de un novato. De hecho no lo es, pero el menosprecio en el tratamiento que suele dispensarse al formato corto en nuestro país hace que ese concepto quede más difuso; en cualquier caso es este un foco de discusión fuera del objetivo de estas palabras, por lo que no volveré a incidir por esta vía. Simplemente reseñar que, bajo la supervisión de una major de la entidad de Warner Bros, la película destila una corrección formal que puede jugar en su contra; es el único punto cuestionable de este vibrante thriller policiaco, donde los cánones y patrones del relato criminal se respetan y se vertebran milagrosamente bien. Y donde su redondeado guión incorpora elementos de ciencia-ficción claves para el apasionante desarollo de la historia. Aun a riesgo de sorprender a propios y extraños, y advirtiendo de antemano que no se trata de ninguna afirmación desproporcionada, resulta menester concluir que Mindscape es el Origen del cine español (tomando en perspectiva la diferencia en presupuestos y en experiencia). Mucho ojo con Jorge Dorado.
- The world’s end (Edgar Wright). Cierre de la trilogía que compone junto a Zombies Party (2004) y Scott Pilgrim contra el mundo (2010), The World’s end es un nuevo despiporre de Edgar Wright, Simon Pegg y Nick Frost. Me reconozco algo reacio a este tipo de comedias, pero el desbordante, oportuno, cáustico y en definitiva genial humor de este grupo me ha ganado por completo. Ese personaje de Simon Pegg absolutamente deslenguado y que gana sin mayores complicaciones la carcajada del respetable sin que transcurran más de dos minutos desde la anterior, en combinación con la contundente presencia del oriondo Nick Frost y el resto de actores (otros tres pesos pesados: Martin Freeman, Paddy Considine y Eddie Marsan), y con la simple excusa de una reunión de viejos amigos (todos salvo el principal ya debidamente asentados en la vida) que vuelven a beber pintas como ya hicieran en su adolescencia en lo que llaman “Milla de Oro” de pubs de Inglaterra, incorpora finalmente un giro fantástico inesperado y brillante, que más que chirriar, se acopla a la perfección en la historia, la complementa y termina por elevarla al altar de las geniales locuras. Un fin del mundo muy particular y tremendamente divertido, que no se olvida de jugar con las referencias dentro del género (aquí La invasión de los ladrones de cuerpos). La mayor explosión de júbilo colectivo en una sala en lo que va de festival, difícil de superar. Y con razón.
- The call (Brad Anderson). El director de El maquinista nos entrega un thriller en forma de puñetazo que te deja sin respiración y que te obliga a pensar rápido. Justo lo que le ocurre al personaje interpretado por Halle Berry, trabajadora del 911 (el equivalente al teléfono de emergencias 112 español) cuando recibe las llamadas de un par de chicas amenazadas, lo que pondrá a prueba su valentía y tesón, así como el difícil reto de no entremezclar lo profesional con lo personal. En este sentido, The call analiza, durante su primer tercio, la psicología de un personaje como éste, y resulta clarificadora en su exposición. Sin embargo, a partir del secuestro, y a medida que avanzan los minutos, lo anterior deja de tomar interés en favor de la pura adrenalina del espectáculo persecutorio, lo que desembocará en un final que ya carece por completo de la sutileza que la cinta lucía en un principio. Y es que la explicación de la psicología del otro personaje principal, el secuestrador, está mucho peor expuesta que la de nuestra heroína, por lo que el duelo no queda en igualdad de condiciones. Tampoco lo pretende la cinta, que cumple con creces su cometido de tensar en la butaca al espectador, situado frente a la terrible y traumática experiencia de un secuestro.

Para después de comer tenía programada la segunda parte de aquel film de zombis tan interesante como fue The dead, pero tras recibir el mensaje de organización que me daba la oportunidad de entrevistar a otro de los nombres con mayor porvenir del cine español, Luiso Berdejo, no pude rechazarlo; permanente compañero de Jorge Dorado, la programación quiso que el estreno de ambos films fuese consecutivo en el día de hoy. En unos días veréis lo que nos contó, pero antes, conozcamos un poco más su último film, que presentaba en esta edición de Sitges y que también se pudo ver por la tarde:
- Violet (Luiso Berdejo). A veces se antoja necesario un respiro entre tanto ajetreo y filme visceral en Sitges, y en ese sentido Violet se distingue muy por encima del resto, tanto es así que su componente fantástica se despliega como un manto invisible en la narración, suave e imperceptible pero que está ahí. En esta historia de amor imposible, de permanente búsqueda, la lírica de la imagen se combina con un precioso punteo musical, para conformar una suerte de misterio cinematográfico. Apreciable desde su misma textura (ha sido rodada en varios formatos: súper-8, súper-16 y el más habitual 35mm), tan diferente según el momento que vive el personaje principal interpretado por Junio Valverde. Tras observar Violet y en comparación con La otra hija, filmes tan diferentes en concepto y temática a priori, se puede decir que aquí tenemos a otro talento en alza; no será fácil que una cinta como esta encuentre repercusión comercial, pero aquellos que la prueben y que gusten de ese “otro cine” español, quedarán encantados con la propuesta.
- Proxy (Zack Parker). Se decía que era esta la película más radical del festival, la que podría generar más polémica. Pues bien, tampoco era para tanto. Es cierto que a nadie le place ver cómo el vientre de una mujer embarazada es golpeado con saña con un ladrillo, pero más allá de eso, que sucede al principio, poco más grave acontece. Se agradece el intento de contar una historia pausada y donde el trauma de esa mujer se pueda pensar debidamente, pero al director Zack Parker solamente parece importarle el golpe de efecto, y por eso arruina el interés cargándose el personaje principal a mitad de cinta, como si de un Psycho se tratara. Además lo hace con pomposidad, con una cámara lentísima y en rica explosión de vísceras y sangre previo disparo de escopeta; celebrando el momento, sabedor de que ahí juega su particular órdago. Pero el grado de interés del resto de personajes, poco tratados con anterioridad, juega en su contra, y su construcción a partir de este momento ya no es la misma, por lo que sus líos nos interesan bastante menos. Una gran decepción, que decae tanto argumental como formalmente. No hay mucho más donde rascar.
Y así terminó esta segunda jornada. Con mucho sueño y la necesidad de descansar para poder afrontar el tercer día, que para variar también se antoja intenso. Seguiremos informando desde el festival de Sitges.

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Mindscape tiene poco de cine y mucho de producto. La presentación que realizaron por la noche los creadores así lo demuestra. Además no hay sexo ni violencia.